En su columna, Belén Arce, Senior Manager de Sustentabilidad de Accenture Argentina analiza la COP30 en la que no sólo reafirmó los compromisos climáticos, sino que puso el foco en la implementación, la inclusión social y la protección de la naturaleza.
Por Belén Arce, Senior Manager de Sustentabilidad de Accenture Argentina
A diez años de la histórica COP21 en París, donde el mundo selló el acuerdo que fijó metas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y limitar el aumento de la temperatura global, la COP30 celebrada en Belém (Brasil) este noviembre no sólo reafirmó los compromisos climáticos, sino que puso el foco en la implementación, la inclusión social, la protección de la naturaleza y la innovación tecnológica, demostrando que la acción climática debe ser integral y centrada en las personas.
Aunque las negociaciones formales de la COP30 dejaron una sensación mixta entre esperanza y decepción, culminando en un acuerdo modesto condicionado por un complejo contexto geopolítico, donde las hojas de ruta para eliminar combustibles fósiles y frenar la deforestación quedaron fuera del texto principal. Los principales avances fueron:
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El compromiso de triplicar los fondos para adaptación en países en desarrollo hacia 2035, es decir, las medidas que permiten a los países en desarrollo prepararse y recuperarse de los impactos del cambio climático ya en curso. A diferencia de la mitigación —que busca reducir emisiones— la adaptación apunta a reducir vulnerabilidades. El compromiso es un avance, especialmente cuando el PNUMA estima que estos países necesitarán unos 310 mil millones de dólares anuales, frente a los 26 mil millones aportados en 2023. Sin embargo, aún no se define una línea base clara, lo que dificulta saber cuánto aumentarán realmente los fondos.
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El establecimiento de 59 indicadores para medir el progreso frente al Objetivo Global de Adaptación, respaldado por un programa de dos años para guiar la implementación, aunque sin una base técnico-científica clara ni procedimientos para realizar un seguimiento eficiente.
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La creación de un Programa de Trabajo para la Transición Justa, orientado a guiar cambios inclusivos hacia economías bajas en carbono. Aunque se eliminaron referencias a minerales críticos, la eliminación gradual de combustibles fósiles y medidas comerciales, el texto final incorpora un enfoque basado en derechos que reconoce el trabajo y los derechos humanos, un entorno limpio, consentimiento libre, previo e informado, y la inclusión de grupos marginados.
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El establecimiento de un Acelerador Global de Implementación para apoyar la ejecución de los planes nacionales y las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) el cual, si se diseña y ejecuta bien, podría ayudar a superar barreras prácticas para una acción más rápida. Sin embargo, su carácter voluntario y la falta de compromisos directos pueden limitar su alcance en la transición.
En paralelo, se lanzaron iniciativas voluntarias para revertir la deforestación y acelerar la transición energética, evidenciando que la acción climática dependerá cada vez más de esfuerzos colaborativos y pragmáticos. Este enfoque, aunque esencial, plantea desafíos frente a prioridades cambiantes, lo que subraya la necesidad de mantener la ambición y la coherencia en la implementación.
¿Cómo afecta la COP30 a las empresas?
La COP30 marcó un giro hacia la implementación, con implicaciones directas para las empresas y un llamado a convertir compromisos en resultados concretos. El foco estuvo en planes climáticos creíbles y medibles, junto con nuevas oportunidades en financiamiento: desde la hoja de ruta Bakú-Belém hasta mecanismos para movilizar capital privado en energía limpia, adaptación y mercados de carbono de alta integridad.
Este contexto exige que las compañías ajusten estrategias e inversiones para cerrar brechas y aprovechar un mercado donde las renovables y el almacenamiento son cada vez más competitivos. Además, la adaptación y la Transición Justa ganaron protagonismo con indicadores que estandarizan métricas de riesgo climático y resiliencia, y un programa que incorpora salvaguardas sociales y recualificación laboral, especialmente relevante para sectores intensivos en carbono.
Si algo quedó claro en Belém, es que la innovación será el motor del cambio. La tecnología se posiciona como acelerador clave para transformar compromisos en resultados: desde la inteligencia artificial aplicada a la agricultura hasta plataformas digitales para monitoreo satelital, la COP30 mostró que la próxima década será digital, colaborativa y basada en datos.