La presencia de las marcas chinas en América Latina dejó de ser marginal: hoy compiten con gigantes históricos y avanzan en electrificación, inversión y estrategias de nearshoring. México marca el camino, pero Argentina, Brasil, Chile, Perú y Ecuador enfrentan el desafío de equilibrar dependencia importadora con oportunidades de integración productiva.
La industria automotriz latinoamericana atraviesa una transformación profunda.
El informe de "Agencia Quiroga" revela que, en apenas dos décadas, la región pasó de un modelo de industrialización estatal a un esquema híbrido: exportador, dependiente de insumos externos y con baja articulación productiva local. En ese escenario, China emerge como protagonista, no sólo como proveedor de autopartes, sino también como inversor y actor estratégico en la movilidad eléctrica.
México, el caso paradigmático
Desde el T-MEC, México se consolidó como uno de los mayores exportadores de vehículos del mundo, con más de 4 millones de unidades producidas en 2024. La clave: ensamblar con autopartes chinas y exportar a Estados Unidos, esquivando aranceles.
Este modelo de "tariff-jumping" convirtió al país en el centro regional de operaciones, aunque con una fuerte dependencia de insumos importados que tensiona su balanza de pagos.
Argentina y Brasil: entre la oportunidad y el déficit
En Argentina, la inversión automotriz china creció más de 600% entre 2019 y 2024. Casos como el anuncio de Chery para producir 100.000 eléctricos junto a Jemse, o los cupos de BYD para importar sin aranceles, muestran un interés creciente. Sin embargo, el sector enfrenta un déficit comercial estructural: las exportaciones no compensan el volumen de autopartes importadas, principalmente desde Brasil, Japón, China y Estados Unidos.
En 2025, la producción muestra signos de reactivación: 95.602 unidades en los primeros cinco meses, un crecimiento del 12,4% interanual, con expectativas de superar las 500.000 unidades vendidas en el año.
El principal destino de las exportaciones argentinas sigue siendo Brasil, seguido por Chile, Perú y Colombia. Sin embargo, el gran problema es la balanza comercial deficitaria:
- El 60% de las ventas internas corresponden a vehículos importados.
- La mayoría de las autopartes provienen de Brasil, Japón, China y Estados Unidos.
- Los segmentos más críticos son transmisión, motores, eléctricos y carrocería, donde la dependencia externa es casi total.
Esto genera un patrón de crecimiento basado en proveedores externos, con escaso contenido nacional y una alta exposición a la restricción externa.
Brasil, por su parte, mantiene una industria robusta, pero ya más del 30% de sus importaciones en rubros clave provienen de China, lo que reconfigura su comercio intraindustrial.
Mercados emergentes: Chile, Perú y Ecuador
En países con industrias más pequeñas, la penetración china se da vía SUVs y eléctricos. En Chile, GWM ya ocupa un 5% del mercado; en Perú, Changan alcanza el 6%; y en Ecuador, Chery se posiciona con un 5%. Aunque la producción local es nula o marginal, las ventas de híbridos y eléctricos muestran un crecimiento incipiente que China capitaliza con modelos accesibles y campañas digitales agresivas.
El futuro: electrificación y nearshoring
La transición energética es otro eje central. Aunque la infraestructura de carga aún es limitada, las marcas chinas apuestan a liderar la electrificación del parque vehicular latinoamericano. El nearshoring, por su parte, abre oportunidades para países como Argentina, Brasil y Colombia, siempre que logren estabilidad macroeconómica y marcos regulatorios atractivos.
El informe advierte que replicar el modelo mexicano no será sencillo: cada país presenta desafíos propios en logística, macroeconomía y política industrial. Sin embargo,
la tendencia es clara: China ya no es un actor periférico, sino un protagonista de la nueva movilidad en América Latina, con capacidad de redefinir la competencia, la inversión y el consumo en el sector automotriz.
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