Apple quiere que el Gobierno de EEUU regule Facebook, Alphabet y a todas las empresas que utilizan los datos de los usuarios para venderlos a terceros. Es un debate que se ha convertido en un pulso entre dos empresas que no compiten entre sí: Facebook y Apple.
Apple quiere que el Gobierno de EEUU regule Facebook, Alphabet (la dueña de Google) y a todas las empresas que utilizan los datos de los usuarios -nuestros datos- para venderlos a terceros en internet. Es un debate que se ha convertido en un pulso entre dos empresas que no compiten entre sí: Facebook y Apple. Y ha sacado a la luz la agresividad de Tim Cook, una faceta desconocida del hombre que dirige al segundo de esos gigantes desde 2011.
Cook lleva ocho meses criticando el modelo de negocio de Facebook y pidiendo intervención estatal en el uso de la información privada en internet. Hace unos días declaró en una entrevista a la web Axios y a la cadena de televisión HBO: "El libre mercado no está funcionando". Ésa ha sido la continuación de su ataque, hace aproximadamente un mes, en el hemiciclo del Parlamento Europeo, en Bruselas, cuando afirmó que "nuestra información -desde lo que es cotidiano hasta lo profundamente personal- es transformada en un arma". Así es como "las empresas llegan a conocernos mejor que nosotros nos conocemos a nosotros mismos".
Pero el presidente y consejero delegado de Apple lleva repitiendo ese mantra desde que hace ocho meses explotó el escándalo de Cambridge Analytica, cuando The Guardian y el New York Times desvelaron cómo esa empresa había usado en 2016 los datos de un test colgado en Facebook para que la campaña de Donald Trump pudiera identificar potenciales votantes y poner publicidad en sus páginas personales en esa red social. Las revelaciones no sólo afectaban a Cambridge Analytica -una consultora creada por el financiero y donante de Trump Robert Mercer- sino, también, a la propia Facebook, que había mirado hacia otro lado ante la evidente cosecha de datos de sus usuarios.
El escándalo ha cuestionado todo el modelo de negocio de Facebook y Google, es decir, de empresas que ganan dinero obteniendo datos de sus usuarios y vendiéndolos a anunciantes. Y ha partido en dos bandos a Silicon Valley: de un lado, empresas como Facebook y Alphabet. De otro, compañías que cobran por sus servicios -como Netflix- o por sus productos -como Apple-. Claro que la división no es tan clara. Los críticos de Apple recuerdan que esa empresa cobra de Alphabet por incorporar automáticamente en sus dispositivos el buscador de Google. Así pues, Cook también practica lo que censura.
Entre medias han quedado reguladores y políticos, que hasta ahora habían estado desaparecidos en combate ante la casi total liberalidad con la que las primeras usaban la información de sus usuarios. Así quedó claro hace un mes, en una reunión a puerta cerrada ante directivos del sector de las relaciones públicas en Washington, cuando un senador declaró taxativamente: "La era del anonimato en las redes sociales se va a acabar. En el futuro los usuarios deberán declarar su identidad real y verificada, y los anunciantes, también".
Entretanto, los escándalos de Facebook han ido creciendo. Un día después de las declaraciones de Cook a Axios y HBO, el New York Times informaba de que Facebook no solo ha sido una plataforma para diseminar información falsa -por ejemplo, en la campaña electoral de 2016 en EEUU y en el referéndum británico del Brexit, ese mismo año- sino que incluso ha creado y colgado en internet información falsa sobre Apple, y también sobre el financiero demócrata George Soros, un frecuente blanco de ataques anti judíos. Que Mark Zuckerberg y su número dos, Sheryl Sandberg -que también son judíos-, jueguen la baza del antisemitismo ha lastrado aún más la reputación de esa empresa.
Así es cómo, según Cook, las compañías que basan su modelo de negocio en los datos de sus usuarios no son más que agentes "de espionaje puro y duro". Es el peor escenario para Facebook, la empresa que, según declaraba Zuckerberg en el folleto de su OPV en 2012, no había sido concebida como una empresa, sino como un vehículo "con una misión social".
Fuente: El mundo